Mi nombre es Zareth, soy psicóloga y si alguien hoy me preguntara que “¿cuál es la clave para alcanzar la felicidad?”, yo respondería: construir una comunidad.
Una comunidad es la red que (nos) sostiene y acompaña. No siempre está hecha de muchas personas, pero para que funcione, sí debe estar hecha de presencia y de intención (más adelante entenderán a qué me refiero).
Pero, inmediatamente después de esta respuesta, lo que cuestionaría es por qué las personas buscan desesperadamente “una clave para alcanzar la felicidad”. Primero, como si la felicidad fuera un lugar al que se puede llegar y, segundo, como si fuera algo que, en todo caso, pudiera ocurrir fácilmente.
Me atrevo a decir que esto se debe, entre muchas cosas, a la era de inmediatez en la que vivimos. Estamos acostumbrades a consumir sin pausa frases inspiradoras, consejos en cinco pasos para eliminar el malestar, videos que prometen enseñarte a vivir mejor en menos de un minuto. Todo es rápido, todo es brillante, todo parece sencillo y, a la vez, todo se olvida en segundos. Confundimos lo estético con lo real, como si lo que se ve bien automáticamente fuera verdad.
Es cierto que podemos hacer muchas de esas cosas para sentirnos bien: tener una rutina estructurada, hacer ejercicio, comer saludable, trabajar, leer, escribir… y sí, estoy de acuerdo, no vengo a decirles que dejen de hacerlo. Pero la experiencia -y la evidencia- me confirman que, a largo plazo, nada de eso es tan efectivo como tener una comunidad con quien compartirlo.
Puede que no estén del todo convencides de lo que les digo, pero piénsenlo, somos seres sociales, ¿no sería contradictorio pensar que, si existiera un manual para “alcanzar” la felicidad o el bienestar absoluto, ese manual no incluiría a otras personas? Porque al final, diganme si no es reconfortante saber que, pase lo que pase, tenemos con quien atravesarlo. Poder decir: “me pasó esto”, “me siento así”, “necesito tal cosa”.
Yo soy fiel creyente que muchas personas dejarían de perseguir el ideal de la felicidad si también tuvieran con quién sentarse a vivir la tristeza
Y ya sé lo que pueden estar pensando: “Sí, suena bonito… pero no es tan fácil.” Y tienen razón, acá es donde vienen las malas noticias, contrario a lo que nos enseñaron las series y pelis con las que crecimos, las amistades no aparecen por obra de magia; se construyen. Obvio, siempre hay excepciones. Hay quienes se han topado con esa suerte, y qué chiva por elles; pero no es la norma.
Y no pasa nada porque ahí es donde entro yo, ft. Club Creativo, un espacio que me abrió las puertas para que empecemos a crear juntes ideas, proyectos increíbles y, sobre todo, comunidad. Pero, te advierto algo, para crear comunidad, primero hay que estar.
¿Cómo, estar? Bueno, empecemos por lo contrario:
No estamos cuando respondemos un mensaje mientras alguien nos está contando algo importante.
No estamos cuando vemos TikTok, mientras comemos.
No estamos cuando consumimos YouTube y Spotify al mismo tiempo, como si una sola cosa ya no nos alcanzara.
No estamos cuando escuchamos música mientras hacemos ejercicio.
No estamos cuando revisamos historias mientras caminamos.
No estamos cuando la atención se va para otro lado mientras estamos viviendo.
Y no, no estoy diciendo que esté mal escuchar música o distraernos. Lo que estoy diciendo es que, si queremos construir comunidad, tenemos que aceptar que no se puede hacer en piloto automático. No hay forma de que algo tan real como una comunidad nazca desde la distracción. Crear comunidad implica meterse de lleno, y eso no siempre es cómodo. A veces es más fácil poner música y seguir scrolleando, que mirar a alguien a los ojos y decirle “necesito que estés aquí”.
Aprender a estar, como práctica, como elección, como herramienta. No porque sea moda, sino porque es la única forma en la que realmente vivimos lo único que tenemos: el presente. Esto es una práctica que se parece mucho a crear. Porque tanto estar como crear requieren intención, presencia, y espacio.
Tal vez, después de escribir todo esto, cambié de respuesta y si alguien me volviera a preguntar por la clave para alcanzar la felicidad, respondería que no existe tal cosa. Porque la felicidad no se alcanza, se atraviesa; y esto no es individual, es colectivo.